jueves, 8 de enero de 2009

Monasterio

Primera parte de un viaje "turístico" por Monasterio, La Revilla, La Barbolla y Fuentelaldea


El turista ha pasado por Osonilla, donde se ha sorprendido gratamente por el arreglo de la cubierta de la iglesia, que recordaba siempre abandonada y sin tejado; y piensa con optimismo que algo se está haciendo aunque quede tanto por hacer. Pasa de largo por un cartel a la izquierda que anuncia Monasterio y La Revilla de Calatañazor, y metros después se arrepiente, da media vuelta y decide conocer estos pueblos del cartel por el que tantas veces ha pasado sin detenerse. Al cabo de unos kilómetros, aparece al fondo la silueta de la Sierra de Hinodejo.

El turista es consciente de que por su condición, no le está permitido agarrar la esencia de las cosas y que debe pasar obligatoriamente de manera superficial por todos estos campos de girasol, la zigzagueante carretera que sube hasta Monasterio y todo lo que le espera que no sabe lo que es.

En Monasterio vive una familia todo el año. Ahora, que todavía es verano, se ven algunas casas abiertas y el pueblo tiene, a pesar del abandono, un aspecto saludable con algunas construcciones nuevas. El aire es puro, y agradable la vista desde todos los puntos del limitado caserío. Las calles están decentemente limpias y arregladas. Está a una treintena escasa de kilómetros de la capital provincial. Uno no se explica por qué se fue la gente; esos veintiocho vecinos que serían ciento y pico habitantes, que contó el señor Loperraez.

Cuenta este pueblo con la singular propuesta arquitectónica de tener el campanario separado de la iglesia, y la iglesia junto a un manantial con un abrevadero que parece un sarcófago. Tiene también un lavadero circular junto al manantial y la iglesia, todo ello muy bien conservado, aunque el agua sea bastante caliza y de no muy buen paladar. El turista departe un buen rato con una de las vecinas estables, natural de Cuba, que lleva viviendo una década en el pueblo y que le cuenta con una sonrisa que ya se ha acostumbrado al clima y a la soledad. Como fondo hay un frontón pintado de verde y el edificio abandonado de lo que sería el ayuntamiento y la escuela.

Cuando nos vamos aparecen tres moteros que al llegar al frontón, hacen un giro y se enfilan haciendo mucho ruido hacia el pico más alto de la sierra, que según el mapa del turista está a 1.375 metros de altura.
Texto no disponible

Artículo completo en El ojo de Soria ( 1 y 2 )

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